Las mujeres tienen su lugar en la casa, como dueñas del culto a la familia. Pero fuera del hogar deben cubrir sus capacidades con las telas oscuras y deben someter sus oportunidades a los deseos masculinos, ejercidos en nombre de una imposición supuestamente sagrada. En el mausoleo de Qazvin, se constata de nuevo que son las mujeres quienes tienen el poder de la comunicación, aunque no hablemos el mismo idioma. Sonríen abiertamente y ofrecen a sus hijos para ser besados. Agradecen cada pequeña muestra de interés por ellas, porque sienten que así se las considera, se las hace existir.
Lo mejor de este país no es su historia y su cultura. Por muchos monumentos grandiosos del pasado, por maravillosos que sean sus paisajes, lo mejor sin duda es la gente. Son acogedores y amables, siempre ansiosos por hablar con extranjeros y por conocer qué vida se vive más allá de sus fronteras. Tal vez sea para ellos un hálito de esperanza saber que otros viven sin velos negros, físicos y morales, sin represión brutal contra los deseos que la naturaleza impone, sin el miedo a ser controlado en cuerpo y alma. Irán es un mundo de mujeres, aunque pueda parecer lo contrario. Su vida está oculta bajo ropajes que disimulan su cuerpo y su belleza, pero es una vida rica en sensaciones, en aspiraciones y en comunicación no verbal. Qué hermosos ojos, qué bellísimas son cuando sonríen, cuando apartan brevemente el velo de su cabeza con la excusa de colocarlo mejor.
Lo mejor de este país no es su historia y su cultura. Por muchos monumentos grandiosos del pasado, por maravillosos que sean sus paisajes, lo mejor sin duda es la gente. Son acogedores y amables, siempre ansiosos por hablar con extranjeros y por conocer qué vida se vive más allá de sus fronteras. Tal vez sea para ellos un hálito de esperanza saber que otros viven sin velos negros, físicos y morales, sin represión brutal contra los deseos que la naturaleza impone, sin el miedo a ser controlado en cuerpo y alma. Irán es un mundo de mujeres, aunque pueda parecer lo contrario. Su vida está oculta bajo ropajes que disimulan su cuerpo y su belleza, pero es una vida rica en sensaciones, en aspiraciones y en comunicación no verbal. Qué hermosos ojos, qué bellísimas son cuando sonríen, cuando apartan brevemente el velo de su cabeza con la excusa de colocarlo mejor.
Se dice que los kurdos constituyen el pueblo sin estado más numeroso del mundo. El kurdistán iraní es territorio de gran dureza física: montañas abruptas, desolación, aislamiento. Los kurdos son como el lugar en que viven, fuertes y duros. Sin embargo, sus ropas son coloridas y sus rostros expresan placidez. Los pueblos kurdos son de adobe y se encaraman en las faldas de los montes o se extienden por las llanuras desiertas. Junto a las casas se acumula el heno para el ganado en formas estéticamente dispuestas. También se apilan los excrementos del ganado, pastados como tortas de barro, para servir de combustible barato y eficaz en los hogares.
Las mujeres y los hombres se dejan fotografiar con alegría de niños. Las mujeres visten a sus hijos, que corretean desnudos, para que en las fotografías de los extranjeros se vean sus mejores ropas. Les limpian las caras sucias de polvo y les peinan con los dedos los cabellos desbaratados. Muestran su vida cotidiana, el trabajo del campo, el lavado en el río. Se arreglan con coquetería ellas y con arrogancia ellos, se aproximan con inocencia sin guardar ese espacio personal del que tan celosos nos mostramos los occidentales.
Mashad es una de las ciudades sagradas de Irán y lugar especial de culto musulmán para los chiís del mundo. El mausoleo del imam Reza acoge a miles de peregrinos que desatan su fervor y su histeria frente a la tumba santa. Es una catarsis colectiva en la que se da rienda suelta al desahogo frenético en nombre de una creencia. Pero yo siento que detrás del fervor religioso hay muchas voces que gritan el nombre del santo porque no pueden gritar libertad. Al menos, quiero creer que así es, en la esperanza de que este país salga algún día del pozo oscuro de la teocracia.
El lugar donde está el mausoleo es un espacio inmenso, ricamente decorado. La plaza central puede acoger a miles de fieles que, en las horas del rezo, ofrecen un espectáculo grandioso y sobrecogedor. El mausoleo propiamente dicho está en el centro del complejo. Los fieles entran en tropel, provocando escenas dantescas: se empujan intentan llegar hasta la tumba para tocarla y pedir favores, rendir cuentas o agradecer dones. Predomina el color negro del obligado chador. Qué difícil es de llevar sin que se caiga una y otra vez, dejando al descubierto el peligroso cabello femenino. Ellas tienen una práctica envidiable. Yo peleo con la tela y pierdo la batalla. Cómo impresiona el color negro destacando sobre la magnificencia luminosa del entorno, los reflejos de los cristales de colores y las alfombras mullidas del suelo. Me viene a la mente un pensamiento simbólico: el negro es la mujer, el lujo es el hombre.
El fanatismo religioso es una fuerza poderosa e incontrolada. Pero se confirma una vez más que no hay religión que soporte un ataque racional. Los dos mundos, empírico y trascendente, pertenecen a ambos lados de un abismo insalvable. Dicen los mulás que la diferencia entre imam y ayatola está en que a los primeros los elige dios y a los segundos los hombres. Sobran explicaciones.
La ciudad santa es un hervidero de gente, a cualquier hora del día. Causa un fuerte impacto ver a cientos de personas a la vez empujándose por llegar a la tumba del santo, o sentadas en el suelo leyendo y recitando el corán, o en apretadas filas de sexos separados inclinándose a la vez tras atender a la llamada del almuédano. Para los occidentales, la rigidez del islam no es grata. Esta religión, que se considera a sí misma la última y, por tanto, la verdadera, resulta imponente cuando se observa en directo. A mí me genera muchas preguntas y muchos pensamientos. La crítica filosófica no basta, sin embargo, para sumergirse en la piel del creyente y sentir lo que sienten. Como mucho, puedo reflexionar sobre lo que veo, colocarlo en el lugar del concepto adecuado y esperar no equivocarme demasiado.
Me sorprende la limpieza de las calles de Irán. No hay suciedad acumulada y no se ve miseria ni mendigos. No sé en qué medida contribuye a la ausencia de pobreza las sempiternas huchas azules y amarillas que hay por todas partes y que recogen la obligada limosna que impone el islam. Tal vez el gobierno use parte del dinero del petróleo para paliar las necesidades económicas de una sociedad que no se rebela, porque está alimentada. ¿Qué ocurriría si pasaran hambre y la religión no les pudiera alimentar? Más allá de llenar sus mentes, les llena los estómagos y los adormece. Los hombres y las mujeres se quejan del paro, de los escasos recursos para obtener un trabajo acorde con la cualificación universitaria que muchos poseen.
En el pasado de Irán hay culturas ajenas o divergentes con respecto al islam. El culto del fuego de los zoroástricos, el sufismo, las dinastías aqueménida, sasánida... En la actualidad se muestra todo este pasado como prueba de tolerancia hacia la herencia cultural. Es más fácil ser de otra religión que ser ateo. Los ateos son antinaturales, dijo el sheik Sayid, y la mujer es inferior porque lo dice el corán. Amén.
En el pasado de Irán hay culturas ajenas o divergentes con respecto al islam. El culto del fuego de los zoroástricos, el sufismo, las dinastías aqueménida, sasánida... En la actualidad se muestra todo este pasado como prueba de tolerancia hacia la herencia cultural. Es más fácil ser de otra religión que ser ateo. Los ateos son antinaturales, dijo el sheik Sayid, y la mujer es inferior porque lo dice el corán. Amén.
Vuelvo una y otra vez a pensar en las personas que he conocido. Niñas que me regalan perfume, mujer que me regala dulces, hombre que me regala conversación, gentes de todo tipo que me dan algo de sí mismos y de su tiempo: unas palabras, unas ideas, unas sonrisas. Hay tanta sonrisa guardada bajo el velo que creo que estalla cuando las extranjeras miramos para que no se pudra por no usar. Y para mí esas imágenes de personas que ofrecen parte de su ser a través de los labios es un recuerdo hermoso, estimulante, alentador en medio de estos días de emociones enfrentadas.
Persépolis y el calor son una misma cosa. Magníficos restos arqueológicos de un pasado glorioso, relieves, figuras, espacios... y gente, mujeres de negro y hombres en blanco y negro. Ganas de hablar, de expresarse, de transmitirnos que son felices o que saben cómo se puede alcanzar esa quimera a la que llamamos felicidad. Cuando hemos expresado nuestras dudas europeas a las mujeres iraníes, muchas de ellas nos han querido convencer de que se sienten bien, que el chador las protege, las purifica y las convierte en dignas de ser elegidas para el matrimonio. Yo tiemblo ante este panorama. Me asusta la dignidad del velo, la mentira de la salvaguarda del velo, la sumisión del velo. Islam significa, precisamente, sumisión. Pero es tan injusta la diferencia de géneros en este concepto, es tan falsa, tan aterradora la distancia entre el hombre sumiso y la mujer sumisa. Ellos, con su vida pública, sus prostitutas legales, su poder. Ellas, reuniendo fuerzas para asegurarse su parcela en el hogar, compitiendo con su propia dignidad, tal vez avergonzadas de sus propias mentiras.
Persépolis y el calor son una misma cosa. Magníficos restos arqueológicos de un pasado glorioso, relieves, figuras, espacios... y gente, mujeres de negro y hombres en blanco y negro. Ganas de hablar, de expresarse, de transmitirnos que son felices o que saben cómo se puede alcanzar esa quimera a la que llamamos felicidad. Cuando hemos expresado nuestras dudas europeas a las mujeres iraníes, muchas de ellas nos han querido convencer de que se sienten bien, que el chador las protege, las purifica y las convierte en dignas de ser elegidas para el matrimonio. Yo tiemblo ante este panorama. Me asusta la dignidad del velo, la mentira de la salvaguarda del velo, la sumisión del velo. Islam significa, precisamente, sumisión. Pero es tan injusta la diferencia de géneros en este concepto, es tan falsa, tan aterradora la distancia entre el hombre sumiso y la mujer sumisa. Ellos, con su vida pública, sus prostitutas legales, su poder. Ellas, reuniendo fuerzas para asegurarse su parcela en el hogar, compitiendo con su propia dignidad, tal vez avergonzadas de sus propias mentiras.
Isfahan fue llamada “la mitad del mundo”. Es hermosa esta ciudad, sigue siendo cierta la expresión con que fue conocida, si atendemos a las bellezas que contiene. Sin embargo, debemos considerar la belleza en términos generales. No es Irán un país que deslumbre por la cantidad y cualidad de elementos bellos. Pero sí deslumbra por sus contradicciones, por sus jardines repletos de personas de día y de noche, haciendo vida al aire libre e invitando a compartirla. Estremece de satisfacción caminar sin dejar de saludar, sin dar opción a sentirse solo, sin que en algún momento hayas tenido ocasión para pensar en lo que dejas atrás (y que te seguirá esperando al regreso). Las dudas existenciales de un joven me permiten reflexionar sobre las creencias que yo no tengo, los sentimientos que yo no siento y la liberación que ello me supone.
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