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16/11/10

Lo que dejamos de nosotros-1

Mira qué piernas tiene el pequeño pastor. Era el mes de agosto y en las tierras altas, al norte de Etiopía, hacía frío, incluso durante el día. Fíjate en su rostro, cómo sobresalen los dientes entre sus labios. Y cómo se marcan en la cabeza pelada las orejas por debajo del escaso gorro de lana. Has visto bien, supongo, sus ropas incalificables. Desde las rodillas hasta los pies no hay protección. Y qué pies, hinchados de andar sobre las piedras heladas, sin más apoyo que un pedazo de madera que le sirve de bastón.
Y la niña. Los pedazos de telas ensambladas que cubren su cuerpo apenas crecido parecen decir a gritos cuál será su oportunidad. Tiene una mirada terrible y dura, no sé si me reprocha o me interroga. Pero ambos, dóciles y resignados, esperan que apriete el pulsador e inmortalice un instante. Nada más que un instante que pasará, como pasan todos los de la vida. Y yo me marcharé con mis oportunidades usadas unas e intactas otras, mientras vosotros seguiréis ordeñando una cabra para compartir el cuenco de leche al anochecer, y mañana con las brumas de las montañas, de nuevo al pastoreo.

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